Puede resultar paradójico que la obra más conocida de Le Corbusier se aleje de su tradicional discurso racionalista para dar paso a la conceptualización de lo orgánico. Sin embargo, la obra refleja algunos principios de la arquitectura moderna, como su austeridad, su apertura a la comunidad y su concepción como un elemento que contrasta en el paisaje, si bien se origina en él.
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En la comuna de Ronchamp, al sureste de Paris, se encuentra uno de los proyectos más inusuales del arquitecto francosuizo Le Corbusier, la iglesia Notre Dame du Haut, mejor conocida como Ronchamp. El encargo nace hacia 1950, cuando luego de la Segunda Guerra Mundial, la iglesia de la comuna había sido destruida. Así, iniciando la reconstrucción, Le Coribusier es designado para proponer un nuevo recinto católico.
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Los alrededores de Ronchamp, han sido por años, un lugar de peregrinación profundamente arraigado en la tradición católica. No obstante, luego de la guerra, se decide crear una iglesia que reinventa el espacio sagrado, dejándolo libre de detalles extravagantes y figuras religiosas. Le Corbusier crea una estética moderna que trabaja el edificio como un verdadero objeto escultórico. La Iglesia, es actualmente, uno de los trabajos más importantes de su carrera.
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La naturaleza del sitio dio lugar a un conjunto arquitectónico que para algunos críticos tiene muchas semejanzas con la Acrópolis, desde el ascenso en el fondo de la colina hasta los eventos arquitectónicos y de paisaje a lo largo del camino, ya que no se puede ver el edificio hasta que no se alcanza casi totalmente la cima de la colina.
Su idea fue construir un recinto en el que los materiales se presentasen en toda su pureza. Un lugar donde meditar y donde la sonoridad adquiriese protagonismo y los espacios estuviesen libres de cualquier aditamento. Pretendía un dialogo de la materia y la luz. El predominio de las curvas y el juego de materiales hacen de La Ronchamp una obra única. El contraste de color entre los muros y la cubierta unido al movimiento curvilíneo de los elementos y la elevación de la cubierta con respecto a los muros hace que la obra adquiera una espiritualidad y una elevación insuperables. Le Corbusier tardó cinco años en construir La Ronchamp, fue uno de los proyectos que más profundamente trabajó, haciendo un seguimiento personal de las obras.
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La planta de la iglesia se compone de una nave de formas curvilíneas, con dos entradas en los costados, un altar principal y tres capillas bajo las torres. En el exterior, en su fachada este y arropada por los muros y la cubierta, existen también un altar y un púlpito para la celebración de misas al aire libre.
Consta principalmente de paredes curvas, siendo también curva la cáscara de hormigón armado que constituye la cubierta.
El edificio presenta la masividad propia de la construcción tradicional realizada con muros de carga, acentuada por pequeñas aberturas abocinados rectangulares, de tamaños y proporciones desiguales, que perforan la pared sur, única gruesa del edificio.
Dichas aberturas están cerrados con vidrios de colores brillantes, que proporcionan una iluminación débil dentro del edificio, lo que refuerza su naturaleza sagrada. A esa luz coloreada se suma la que proporciona la estrecha franja que separa la cubierta de los cerramientos laterales, y la luz indirecta que resbala por el interior de las tres torres y que ilumina las capillas secundarias.
La pared este está también perforada por pequeños huecos que desde el interior representan un firmamento de estrellas, en el que destaca la hornacina pasante (se ve tanto desde el interior como desde el exterior) en la que se dispuso una escultura de la Virgen María, bajo cuya advocación se encuentra el edificio.
La estructura en la Capilla de Notre Dame du Haut se compone de dos membranas de hormigón armado y mampostería separadas por un espacio. La cubierta, una cáscara de hormigón armado, es la inversión de una cúpula tradicional, siendo convexa hacia abajo y cóncava hacia arriba. Está parcialmente apoyada en pilares, de manera que queda una franja de separación entre la misma y los cerramientos, por la que penetra la luz. Los acabados de la capilla, tanto exteriores como interiores, son modestos. El suelo está inclinado hacia el altar, siguiendo la pendiente de la colina.
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Estas formas orgánicas pueden estar relacionadas con el contexto arquitectónico de mediados del siglo XX. Después de años en los que la rectitud prevaleció en los proyectos, en la década de los cincuenta se dio un desarrollo de las curvas. El Museo Guggenheim de Nueva York de Frank Lloyd Wright marcó el camino a seguir, aunque Eero Saarinen, Jorn Utzon y Le Corbusier, ya habían utilizado las formas orgánicas en sus villas de la década de los veinte.
Las aras son de piedra blanca de Borgoña, siendo el resto de los altares de hormigón prefabricado pulido. Las torres se construyeron de albañilería de piedra y hormigón armado. La impermeabilización de la cubierta se protegió de la radiación ultravioleta con un revestimiento exterior de aluminio. El banco para la comunión se distinguió del resto (de madera) construyéndose de hierro fundido.
Esta obra es el máximo exponente de uno de los dos extremos entre los cuales se despliega la personalidad y, por ende, la obra de Le Corbusier. Aquí la mentalidad cartesiana, programática desaparece, dejando lugar a un intenso lirismo basado en la voluptuosidad de las masas construidas y la libertad formal.
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