Con el vertiginoso crecimiento de la población y la densificación de habitantes en las grandes urbes del mundo acompañado por el elevado costo de cada metro cuadrado en estas ciudades, no es raro que la vegetación urbana sea relegada a un segundo plano. Hoy las fachadas vegetales son un recurso cada vez más común para suplir la deficiencia de áreas verde en edificios corporativos, hoteles, restaurantes o incluso en edificios de viviendas plurifamiliares.
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Podríamos decir que el botánico francés Patrick Blanc fue el precursor de lo que hoy denominados jardín vertical. Sin embargo, su sistema ideado no es más que uno entre los muchos que actualmente están en el mercado. Lo cierto es que gracias a él se popularizó el concepto y hoy las fachadas vegetales son un recurso cada vez más común para suplir la deficiencia de áreas verde en las edificaciones.
Utilizar el plano vertical para que crezcan las plantas parece una solución coherente y de sentido común, además de elevar la construcción hacia una arquitectura más sostenible, sin embargo la vegetación vertical es más que un adorno estético, funcionando como verdaderos pulmones de las grandes ciudades, ya que las plantas ayudan a bloquear parte de la radiación solar que golpea a las superficies de las edificaciones, haciendo que los espacios interiores sean más saludables.
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Los jardines verticales producen microclimas dentro de las edificaciones que ayudan a reducir la necesidad de aire acondicionado, ahorrando energía eléctrica hasta en un 30%, debido al enfriamiento por evaporación y sombra. Frente a un muro ciego, puede bajar la temperatura de la mampostería, reduciendo las ganancias de calor. Sobre una ventana o abertura, puede filtrar la luz solar que entraría en el espacio.
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En el aspecto medioambiental, las fachadas ajardinadas reducen el efecto «isla de calor» en las grandes urbes, producen oxígeno, reducen el riesgo de inundaciones, filtran gases nocivos y metales pesados, dejando un aire más puro y menos contaminado gracias a las plantas. Las fachadas vegetales sirven como un aislante térmico natural.
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Las opciones de vegetación caduca o estacionarias son interesantes, ya que permiten que la radiación solar ingrese en el invierno y sea filtrada durante el verano. Además de mejorar la calidad del aire, las hojas también absorben parte del sonido lo que reduce el malestar debido al ruido externo no deseado hasta 10 decibeles. También permite que la fachada cambie sus colores y tonos periódicamente, atrayendo a abejas y otros insectos tan importantes para el medio ambiente y la producción de alimentos.
Girar un jardín a 90º implica una alteración en el equilibrio natural del suelo que debe compensarse con soluciones técnicas que no agoten los nutrientes del sustrato, pero también implica un cambio de concepto de lo que entendemos por jardín. La superficie vegetal pasa a ser un telón de fondo, una fachada o un cuadro a admirar, en definitiva, un paisaje para ser visto y no transitado.
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La complejidad de resolver tal reto se traduce en multitud de sistemas comercializados, ya sean de fieltro, de celdas, modulares, plantados in situ, plantados en vivero, hidropónicos o con sustrato tradicional… Y es que como suele suceder en arquitectura, no hay un sistema óptimo para construir un jardín vertical, sino más bien un abanico de soluciones que deberán adaptarse al proyecto en función de sus condicionantes de diseño, su situación, su escala o su presupuesto.
Entre las diferentes opciones que tenemos para nuestros jardines verticales se encuentran los de sistemas hidropónicos son aquellos en que las raíces de las plantas crecen en un medio inerte, como puede ser un fieltro no tejido de poliamida, polietileno o poliéster, lana de roca y espumas técnicas, como poliuretano y poliurea.
En estos jardines verticales todos los nutrientes son aportados por el sistema de riego, son los sistemas constructivos más ligeros del mercado. Las plantas son independientes unas de otras, de este modo se pueden sustituir individualmente, de esta forma permite una versatilidad en el jardín que con otro tipo de sistemas sería mucho más costoso.
Lo más importante del jardín vertical exterior hidropónico es el riego. Ya que utiliza una técnica de recirculación que consiste en recoger el agua sobrante para reutilizarla y aprovechar al máximo este recurso.
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Existen sistemas de jardines verticales que utilizan bolsas de fieltro, donde se inserta el sustrato para permitir el desarrollo de sus las raíces. En otros, los bloques de mampostería u otros elementos de fachada dejan espacio para el desarrollo del follaje.
Sin embargo, una manera muy simple es utilizar plantas trepadoras y rejillas y cables metálicos, donde las plantas se adhieren y crecen, hasta crear una cubierta vegetal vertical. El diseño es bastante simple. Por lo general, se diseñan pequeñas macetas donde se insertan sustratos para que el desarrollo de las raíces de las plantas. Luego se ubica una estructura ligera de metal galvanizado o acero inoxidable, resistente a la intemperie y a la corrosión, generalmente separada entre 5 y 20 cm de la fachada, para permitir que la planta se despliegue adecuadamente en el espacio libre.
Parece que los jardines verticales son elementos que aportan múltiples beneficios desde el punto de vista ambiental y social, creando microclimas agradables para el hombre. Sin embargo, debemos tomar en cuenta un buen diseño y elección de jardín vertical que mejor se adapte a la estructura a intervenir, tomando en cuenta el mantenimiento adecuado para la preservación del mismo.
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