Una arquitectura más humana.
Escapar de la frialdad, las aristas y el orden cartesiano que imponía la modernidad y explorar otra vanguardia que tenía como referencia las formas de los lagos, los troncos de los árboles y la perfecta imperfección de lo natural: lo real.
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Alvar Aalto es probablemente uno de los diseñadores nórdicos más influyentes del siglo XX, y uno de los que cronológicamente formó parte del movimiento moderno que fraguaba en Europa en las primeras décadas del siglo XX, contemporáneo con Le Corbusier, Mies van der Rohe, entre otros. Como arquitecto se enfocó en diseñar para el hombre y la relación de éste con su entorno, sin darle importancia al protagonismo de la forma.
Se preocupo por crear una arquitectura que respetaba su emplazamiento y llevaba parte de ese exterior al interior de sus obras utilizando materiales del lugar como por ejemplo la madera tradicional de su país Finlandia donde nace en 1898.
La arquitectura de Alvar Aalto revela la racionalidad del funcionalismo a través del uso de formas geométricas básicas, este principio partió en sus primeras obras y nunca lo abandonó. Aun así, la sinuosidad en su diseño rompía con ortogonalidad de la caja arquitectónica para dar forma a la obra, pensando en el hombre que trabajaría, viviría y utilizaría el edificio, siempre influenciado en la naturaleza de su entorno.
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En medio de los conflictos sociopolíticos entre Finlandia y Rusia Aalto gana el concurso para el diseño de la Biblioteca de Viipuri, desafortunadamente durante los ataques bélicos de la segunda guerra mundial la estructura quedo parcialmente destruida y rodeada de muchas ruinas postguerra. Afortunadamente la reconstrucción se dio y así podemos disfrutar de esta joya de la arquitectura de Alvar Aalto, un edificio que supuso para la época toda una innovación en la concepción. Las soluciones que propuso, fueron absolutamente novedosas, los espacios, su distribución, su mobiliario y el estudio de los condicionantes medioambientales, de iluminación natural y decoración.
Un ejemplo clásico de esta etapa de su creación esta en el diseño de Villa Mairea que, aunque puede tener menos relevancia social frente a otros proyectos de su autoría, destaca por sintetizar la obra característica de Aalto. Fue construida para una empresaria de la madera por lo que se puede prever el elemento esencial. El edificio está situado en un bosque de coníferas, la casa tiene una estructura en parte de acero y en parte de ladrillos huecos. Los pilares pueden ser dobles o triples, imitando la forma de los árboles.
Hoy la arquitectura de Aalto se comprende al momento, pero no se termina de mirar nunca. No está hecha para los ojos, escapa a las fotografías. Hay que visitarla, caminarla, tocarla, entrar en ella. Más allá de la igualdad, también la modernidad estaba presente en el espíritu con el que los Aalto se relacionaron con el mundo.
Aalto creía que la arquitectura era un ave migratoria. Estaba convencido de que las soluciones constructivas y el uso de materiales. La línea orgánica de Aalto es, aún hoy, un modelo para generaciones. La mezcla de lo local y lo global, el uso de materiales autóctonos, el reconocimiento a las ideas de otras culturas y el cuestionamiento de una vanguardia desarraigada definen su obra: un mundo de referencias regionales e influencias internacionales.
En 50 años, más de 300 arquitectos de 20 países diferentes trabajaron en su estudio. Él mismo lo hizo, además de en Finlandia y los países nórdicos, en Alemania, Estados Unidos, Francia, Suiza, Líbano, Irán, Arabia Saudí e Italia, donde una iglesia póstuma le rinde homenaje en Riola di Vergato.
Esa trayectoria es el legado del arquitecto que cuestionó el movimiento moderno por inhumano con el
arte de su tiempo. Hoy, cuando sus lámparas y butacas todavía se fabrican y sus edificios están en los cimientos del hacer de los mejores arquitectos actuales, el arte fue clave para que Aalto tradujera las formas de la naturaleza en diseños y arquitectura.
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